Me alegre
cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor
Tantas
veces he oído, y cantado este verso del canto bien conocido que resuena tan a
menudo en nuestras parroquias o celebraciones. Pero nunca había tomado un momento para reflexionar
sobre que significa este canto tan simple, pero tan poderoso. Al mirarlo, parece solo expresar la alegría del
autor, vamos a la casa del Señor. Pero
que si vemos esta frase come Jesús nos invita, como niños? El significado
de este verso empieza a cambiar. No solo
nos llega la importancia de ir a la casa del Señor, sino que también comenzamos
a pensar de lo que cuesta ir a esa casa, lo largo que puede ser el camino, y
los obstáculos que tal vez tengamos que sobrepasar. Tal vez, para un adulto, el viaje no sea tan difícil
o trabajoso, pero para un niño, se dificulta mas. Requiere un cambio total de visión, significa
una jornada a un lugar diferente y aparte de mi casa, y provoca una vulnerabilidad que me llama a confiar
totalmente en aquellos que me llevan. Y a la vez, nos llena de alegría porque
vamos a la casa del Señor, a donde nos encontramos con aquel quien nos llama en
su gran amor, allí, es la casa del Señor, allí llegamos a ver y conocemos a Dios
que nos inspira una nueva visión de lo que es ser Hijo o Hija.
Al llegar a
la casa del Señor, llegamos a un lugar de alegría y paz, pero no siempre es fácil
el camino. En tomar la decisión de ir a
la casa del Señor nos encomendamos a otros, y esperamos que en nuestra jornada
no solo llegaremos, pero que aquellos en quienes hemos confiado no nos
desviaran del camino. Como niños,
nuestra jornada de Cristianos significa una entrega al AENOR, y una dedicación
al caminar hacia su casa, a través del camino muchas veces desconocido. Pero caminamos reconociendo que al final,
tendremos esa alegría y ese descanso, llegaremos a un lugar donde reina la paz.
La jornada, por mas fácil o mas difícil que
haya sido, termina, y juntos, regocijamos. Así que al ser invitados a la casa del Señor,
nos alegramos, no solo por la invitación, sino por la hermosa realidad que al
llegar, no somos los mismos. En verdad, nuestra transformación ocurre en el
amor infinito de Dios que vamos conociendo al recorrer nuestro camino, y allí,
en Dios es donde encontramos la vida, donde encontramos un amor que nos alegra
no solo por haber entrado a la casa del Señor, sino por haber encontrado la
vida que Dios nos tiene preparada. Y allí,
cantamos con los santos y los ángeles, “Que alegría cuando me dijeron, vamos a
la casa del Señor.”
Buen
Camino.
Padre
Ricardo
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